Hacer desde el amor es la clave para que tú y tu vida se encuentren en sintonía. Este es el aprendizaje más potente que he hecho en mi vida ¡Es taaaaan cierto! Pero para hacer desde el amor tienes que sentir primero amor incondicional y sincero hacia ti, es un imprescindible y una buena señal para detectar que cuando las cosas no están resultando como esperas es casi seguro que lo que está faltando es amor propio hacia ti. ¡Chequéate! Y actúa en consonancia.

¿Por qué te hablo de esto hoy?

Por tres razones:

  • Recientemente he pasado por un periodo personal confuso, incómodo y difícil y es en este momento de toma de consciencia y autoconocimiento en el que me encuentro durante el que he recordado la veracidad de esta idea “Hacer desde el amor” y en la parte que yo no lo he hecho es porque había olvidado o dejado de quererme.
  • Señales de la vida, esta mañana me he encontrado con un post que escribí más o menos un día como hoy hace seis años que precisamente me ha hecho recordar y reforzar este principio básico tan potente.
  • Porque desde el amor, quiero compartir esta premisa contigo ya que a lo mejor mi situación y mi historia resuenan con algún trance de la tuya y puede serte útil ahora o más adelante.

 

A continuación transcribo el post que escribí el verano de 2013:

 “Llegué a Menorca con idea de de empezar una historia de amor que nacía con el siguiente mensaje: “Somos una novela eterna que escribiremos juntos mil veces”. Aquella ilusión duró tan poco como que no tuvo comienzo, con lo que decidí empezar a escribir un cuento que si tenía inicio –el punto de partida desde el que terminó lo que no empezó-. Apenas existió tiempo entre una y otra, la sabiduría de conocer y reconocer que existe una belleza extrema que nos envuelve es suficiente para llenar el aire que se escapa de vez en cuando.

Calzarme las zapatillas, respirar hondo, poner en marcha mi cuerpo y correr entre la vegetación isleña al borde de acantilados, desembocando en una calita donde zambullirme al atardecer… me devuelve el sentir, me hace sonreír al mundo, dar gracias por estar presente y poder gozar de un momento mágico como ese.

Mi mente se encuentra despejada. Me siento a observar y me encuentro a un hombre que me saca de mi mundo interior para relacionarme con él. Estoy tan pura, limpia y transparente que es incapaz de imaginar que poco antes había estado en un estado de ansiedad, bloqueo e impotencia que me pedía desaparecer del lugar donde me encuentro y volver atrás. Un cruce de miradas, de buenos gestos y concisas palabras son muestras suficientes para comprobar que estoy libre, que estoy de nuevo con mi compromiso, que estoy sola y al mismo tiempo acompañada y protegida por lo que me rodea. Vuelvo a dar gracias en la soledad de esa cala y me prometo a mí misma que no tendré más propósito que disfrutar del aquí y el ahora cada instante. Una vez más estoy frente a la inmensidad de lo desconocido, de lo que está por llegar; y me encanta, me llena, me ilusiona y me apasiona.

Ahora sólo han pasado unos días desde aquello y lo que recojo es más de lo que imaginé. Me ha dado tiempo a poder hacer cosas y experimentar situaciones y sensaciones por primera vez. Es alucinante que cada día tenga la oportunidad de probar algo nuevo. He podido dar y recibir cariño y amor que parece llegado por sorpresa. He compartido momentos cercanos a la locura con gente desconocida. He hecho amistades que nacieron de la nada y que parecen nacidas del todo. He salido de mi zona de confort y apenas ha durado la sensación de incomodidad.

Llevo como credo tatuado: “Hacer desde el amor”. Aseguro que desde ahí no existe posibilidad a recibir algo que no sea igual a lo que doy.

Mi cuento promete convertirse en un cuento sin final.”

 

Han pasado seis años de esto, seis años… intensos; sí, me parece el adjetivo acertado para definir este ciclo a la perfección. Es curioso como incluso después de tanta intensidad, hoy me paro, releo este texto y me doy cuenta de que las cosas importantes siguen conmigo. Que la alineación existe para facilitarnos la comprensión de nuestra propia vida, que cuando nos despistamos y nos nublamos confiar es una apuesta segura, confiar en la vida, ella se ocupa de conseguir mostrarnos claridad.

 

Mis tres focos de luz encontrándome seis años después con mi yo de entonces son:

– “Somos una novela eterna que escribiremos juntos mil veces”

– “Hacer desde el amor”

– “Mi cuento promete convertirse en un cuento sin final”

 

La luz que quiero compartir contigo porque esa no me pertenece sino que es de todos es:

HACER DESDE EL AMOR. ÁMATE. QUIÉRETE. ACTÚA DESDE AHÍ.

 

Y ahora, a continuar andando… : )