Últimamente la pregunta que me repiten constantemente cuando alguien presta interés por algún retiro es: ¿Quién va a un retiro? ¿Qué tipo de gente asiste? Es una pregunta que se hace con cierto titubeo y una mueca de vacile implícita. Como casi todo, la pregunta que uno formula dice más del que la lanza que de lo que se pregunta. Y es que aun hay cierto reparo en verbalizar alto que uno tiene interés en asistir y que quiere participar de esta experiencia. Sigue presente la creencia de que este tipo de actividades son para gente rara, particular, con problemas, etc. Y cuando digo que detrás de la pregunta está lo que le sucede al que la formula es porque he observado que lo que realmente quieren preguntar es: ¿Yo puedo ir? ¿Es posible asistir sin que me tomen por loco?

Un retiro es una fórmula que nos hemos creado sencillamente para recuperar y recurrir ocasionalmente a nuestra esencia, a nuestro ser más auténtico; y esto no entiende de prejuicios, ni de orientaciones y etiquetas. Es simplemente para cualquiera que quiera hacerle un guiño a sí mismo. Hay una oferta fantástica y amplísima que facilita que cada uno encuentre en cada momento vital y en sus circunstancias concretas lo que mejor le convenga.

Lo que todos ellos tienen en común y lo que todos buscamos en ellos es pausa, atención plena, goce, ejercicio, conexión, reflexión, aire puro, naturaleza, expresión emocional  y eso, ¿en qué se traduce? en VIDA Y AMOR.

Es un canto al ser, al estar, al sentir y al percibir. A apreciar la belleza de lo que hemos dado por ordinario y hemos dejado de valorar, a sencillamente sonreír por despertar en la mañana, por observar la calma y por amarnos cada segundo o volver a enamorarnos de nosotros y de la vida. De eso tratan los retiros, de prestarnos un lugar idóneo para poder abrazarnos sin miedo y con pasión e INCLINARNOS ANTE LA VIDA!!!  Si mostrar este gesto tan bonito significa estar loco, ser raro o estar solo. Celebro la locura, la rareza y la soledad!!!

Permitirte un retiro es entregarte un precioso regalo